Legalismo, de Virgilio Díaz Grullón

Dura lex, sed lex

Es un cuento escrito por el escritor dominicano Virgilio Díaz Grullón, a quien se le conoce por sus grandes aportes en el género narrativo, tales como su obra cumbre: Los algarrobos también sueñan, en la que el autor jugó con el espacio-tiempo de una manera fascinante, y a pesar de que trata sobre uno de los temas más escritos en la literatura dominicana:  la oposición al trujillismo y el rechazo hacia los sectores comunistas de la época, sin duda, Díaz Grullón logró entretejer una gran historia.

Pero esa no es la única historia destacable escrita por el autor, también hubo otras como el cuento Legalismo, bastante corto, pero cuya moraleja no deja de parecerme enriquecedora (importante mencionar que para crear una buena historia no es imprescindible que exista alguna moraleja).

Ya de entrada, el título remite al tema central: el formalismo jurídico de quienes no aplican las leyes como un medio, sino como un fin en sí mismo. También nos presenta el conflicto interno que se genera en la mente de quienes a pesar de que no entienden las cosas tal y como les son dadas por su entorno, se resignan a aceptarlas. 

Cada párrafo del texto me daba la sensación de que estaba frente a acontecimientos verdaderamente inverosímiles, pero a la vez no muy alejados de la realidad. Inicia con un personaje a quien lo ultimaron mientras continuaba respirando día, tarde y noche. Quien se enteró de su muerte a través de una carta emitida por un departamento de impuestos sobre sucesiones, carta que estaba dirigida a sus sucesores.

Como era de esperarse, el señor estaba bastante desconcertado, así que acudió en búsqueda de una solución a su funesta situación, pero el encargado de la entidad ni siquiera le dio mucha importancia a la queja. Cito uno de los diálogos que mejor lo ejemplifican:

—Lamento tener que contradecirle, señor, pero este documento no deja lugar a dudas. Usted falleció el viernes de la semana pasada.

—¿Cómo es posible que usted diga eso?, rebatió el otro, ¿acaso no me está viendo y oyendo en este instante?

La conversación se tornó circular. El señor afectado continuaba en su intensa labor de convencimiento (sin resultados), reclamándole al funcionario que no podía darle “más crédito” a “un papel” que a su presencia en el lugar (que representaba la prueba más fehaciente de que al declarar su muerte cometieron un grave error).

Entre diálogos, dime y diretes, el funcionario le recomendó que procediera con un procedimiento de inscripción en falsedad para cuestionar la veracidad del acta de defunción, luego le explicó que no perdiera su tiempo, que nunca había visto “sentencias favorables” sobre procedimientos de inscripción en falsedad.

Al final (por pena o para evitar seguir lidiando con él) le recomendó dos alternativas: aceptar su situación:

Fíjese, usted está en una situación jurídica claramente establecida y alega estar en otra que contradice flagrantemente aquella. O sea, usted está legalmente muerto y pretende estar vivo. Se trata de una confrontación entre una situación de derecho y otra de hecho. Para eliminar esta contradicción es necesario que una de esas dos situaciones prevalezca sobre la otra y es obvio que la ley debe prevalecer siempre frente a los hechos, para eso es ley. En consecuencia, usted debe modificar su situación de hecho para adaptarla a su situación jurídica.

La otra alternativa que le recomendó el encargado fue “nacer de nuevo” a través de un procedimiento de declaración tardía de nacimiento, pero indicándole que de todos modos sus sucesores debían pagar los impuestos.

Como podemos ver, este trágico-cómico final presenta una situación en la que se impone el fuerte sobre el más débil, en este caso: la necesidad de recaudar fondos sobre la obligación de reparar situaciones desfavorables creadas en perjuicio de las personas. 

Una relación de sumisión de las últimas frente al fisco, en la que se trató al señor como un simple vasallo. También me recuerda al famoso aforismo dura lex, sed lex (la ley es dura, pero es la ley), donde poco importan ciertos mínimos de justicia. 

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2 comentarios en «Legalismo, de Virgilio Díaz Grullón»

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