Escrito por: Nicole Mateo

Fecha: 09/11/2021

Pleno Caribe-seco en diciembre y el sol en punto a las siete menos veinte de la noche. Las buenas lenguas dicen que es causa del cambio climático. En cambio, las malas lenguas dicen que es especulación. Inventos de la mente humana…

Lala tenía una reunión ejecutiva a la que nunca llegó, ¿su esposo tenía razón?

—¿More, cómo me veo? —le preguntó Lala a Fleco (su esposo), mientras se miraba al espejo y se meneaba como un pavo real que se gusta a sí mismo.

—A ti todo te queda bien, pero en honor a la verdad, yo creo que esa ropa la podrías usar para otra ocasión. Analízalo… —respondió Fleco.

—¿Por qué?, me veo elegante y poco casual, ¿estoy sucia? o ¿el color hace que mi piel se vea más oscura de la cuenta?

—No, Lala. Nada de eso. Te recomiendo que no te lo pongas porque ese vestido te marca hasta la vida. No le des de comer a los buitres. Llévate de mí, que yo soy hombre…

—Yo sé que solo me quieres para ti, ¡qué agallú tú!

—¡¡Pero, mujer!!, en ese closet tú tienes ropa fresca y decente hasta para regalar. Busca bien, problema solucionado.

—Yo no necesito tu aprobación. No es obligao’ que estemos de acuerdo en todo. Nos vemos ‘horita —fue lo último que Lala le dijo a su esposo en ese momento.

Lala tomó su sobre de mano y su sombrilla (por si acaso lloviznaba). Cerró la puerta y se paró en la esquina a esperar un carrito público para llegar a su destino.

— ¿Chofer, va’ Parque?

— Sí, súbase. —contestó el conductor.

— Déjeme frente al Hotel Charlùa, por favor. Ando rápido.

Al subirse en el carrito público, todas las miradas estaban puestas sobre su amasado y bien distribuido cuerpo. De hecho, al verla, uno de los pasajeros se mordió el labio inferior sutilmente, como quien se siente extasiado, fascinado al degustar un plato de comida que añoraba probar…

Un señor que lucía de 70 años y que estaba justo al lado del pasajero anterior, le hizo una seña a Lala (que solo él la entendía). Por su parte, el hombre que estaba sentado sobre el asiento del copiloto, con su dedo índice derecho acarició el centro de su palma izquierda, en forma giratoria (sin cesar) y susurró algo que apenas se escuchaba. Las mujeres solo miraban a Lala de reojo, con cara de “¿Y esta tipa?”, “¿Qué se cree?”

—¿¡Qué demonios me miran todos!?, ¿¡estoy sucia!?, ¿¡soy un extraterrestre!? —preguntó Lala, molesta.

—Señorita, por favor, bájele un poco al tono. Si usted tiene algún problema dígamelo ahora y la dejo en el lugar más cercano. —respondió el conductor insinuando que no le aguantaría su show.

—Usted también es un sinvergüenza, que permite que esta gente me mire como si yo estoy embarrada de alguna sustancia extraña o como si yo fuese un ser subnormal. Hágame el favor y bájeme ahora mismo —gritó Lala, un poco nerviosa y arrepentida de haberse dejado llevar por sus impulsos.

El conductor no cogió esa y la bajó en la esquina del Colmado San Miguel, a solo 10 metros del Hotel Charlùa, pero ya era demasiado tarde para que Lala les pidiera perdón a todos (sobre todo al conductor). Decidió irse a pies hasta el Hotel, toda sudada y desgreñada. El rímel empezó a correrse, pero ella seguía igual de bella, igual de espectacular. De nuevo, no pararon las miradas, pues los moradores de esa zona empezaron a escanearla de abajo a arriba.

—Pssss, ¡allá, mami! —le voceó un hombre que estaba jugando dominó en el Colmado.

—Diablo, ¡qué buena tú ta’! —le dijo otro.

Cuando la yuca e’ grande… —comentó otro de los jugadores (sin ánimos de terminar la frase).

Lala empezó a llorar. Su mente empezó a repasar la escena que se produjo antes de salir de su casa, en la que su esposo le insistía que no saliera con esa ropa y que se pusiera algo menos ajustado y provocativo. Sin embargo, ella pensaba que era otra de esas veces en la que Fleco solo quería llevarle la contraria. Siete y cuarenta y cinco de la noche. Lala seguía caminando.

—Buenas noches, mi nombre es Lala, vine a la reunión con el gerente de la Multinacional —le dijo Lala (sofocada) a la seguridad de la entrada del Hotel.

—Lo sentimos, señora Lala. La reunión se acabó y el gerente ya está en camino al Aeropuerto…

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